2.25.2017

MACUMBA CARIOCA

Posiblemente Río de Janeiro sea la única ciudad del mundo donde las mujeres andan por las calles en hilo dental y los hombres en sunga. Y no solo en la playa, sino a dos cuadras de ella, en la concurrida Nossa Senhora de Copacabana, sin que nadie frunza el ceño ni voltee el cuello como en El Exorcista.


¿A qué hora trabajan los cariocas? ¿Están todos de vacaciones o solo son turistas o jubilados? La pregunta es pertinente porque a todas horas las playas rebosan de veraneantes. Sea primavera, verano, otoño o invierno, los cariocas no conocen de estaciones cuando se trata de zambullirse o caminar por las blancas arenas del litoral.

En verano, claro, con una temperatura que puede llegar a los 40ºC no cabe una sombrilla más en la orilla. Los veraneantes se entremezclan con vendedores de todo, menos de cebo de culebra. O quizás sí. Hay empanadas árabes (la corriente migratoria de sirios y libaneses tiene más de una centuria; incluso existe el término brasilibanes para designar a los brasileños de origen libanés que regresaron al país de sus antepasados hablando solamente portugués porque el árabe lo habían perdido), brochetas de camarão, agua de coco helado, sánguches gourmet, hamburguesas vegetarianas (ahora que el veganismo está de moda) turbantes, helados, caipiriñas, cervezas, pareos, bikinis, sahumerios de la India, açai (el super alimento que allí lo sirven con casi todo), anticuchos, gafas de sol, banderas, tatuajes, bronceadores y protectores solares, y un largo etcétera. Digamos que las playas son el centro comercial ambulante mais grande do mundo.


Pero no solo del bronceado viven los cariocas, a lo largo de la playa se ven decenas de canchas de vóley (deporte en el que los brasileños son potencia mundial) donde hombres y mujeres, niños y ancianos brincan a gusto bajo un sol inclemente. Pero lo que más llama la atención es la fascinación de los cariocas por la playa y lo bien que llevan su cuerpo las mujeres. Poco importa si eres gorda, tienes estrías o cumpliste ochenta años. El hilo dental es el uniforme playero de todas.

En la víspera del  Año Nuevo, Copacabana recibe dos millones de personas vestidas de punta en blanco para mirar durante doce minutos exactos los espectaculares fuegos artificiales que le han dado fama mundial. Más temprano, hacia el atardecer, cientos de personas (en su mayoría afrodescendientes) rinden culto a Yemanyá, diosa del mar y reina de las aguas del culto candomblé, religión que llegó a América a través de los esclavos africanos. Yemanyá es el principio femenino de la Creación, y como tal representa el amor, la fertilidad, la maternidad y la sensualidad. Al rito se suman creyentes y curiosos con la misma pasión y arrobo de un fanático cualquiera. Doy fe.

A la hora que el Sol se pone van llegando a las playas de Copacabana, Leme o Ipamena, procesiones de macumberos y santeros que avanzan al ritmo de tambores, cánticos y danzas. Los seguidores hacen huecos cerca de la orilla donde colocan ofrendas de flores, velas de colores (solo once, para honrar la numerología), cava o vino, frutas y chucherías varias de las “que gustan a cualquier mujer”, es decir, espejitos, collares y joyas de fantasía, frasquitos de perfumes, cosméticos y golosinas.
El ritual prosigue adornando pequeñas lanchas de madera donde se coloca la imagen de Yemanyá (figura de larga melena negra, corona en la cabeza y túnica celeste, aunque a veces puede llevar los pechos al aire y el cuerpo de sirena) con todas sus vituallas. El sacerdote y la sacerdotisa entran al mar a dejar la barca mientras los tambores resuenan y un público variopinto coloca flores amarillas y blancas en la orilla, después de pedir once deseos. Si la barca no se hunde será un buen año. Como este.
Los devotos salen de espaldas sin despegar la vista de la lanchita iluminada que se bambolea entre las olas hasta desaparecer en el horizonte. Al fondo, se ubica un hilera de cruceros totalmente iluminados que esperan el gran espectáculo de fuegos artificiales que se dará a las doce. En este ritual místico es habitual que la sacerdotisa entre en trance y Yemanyá intente llevársela al fondo del mar. Ahí entran a tallar los acompañantes que rescatan a la casi víctima de morir ahogada en la orilla.


Definitivamente este festival es un goce para antropólogos, historiadores, periodistas, pensadores y estudiosos del sincretismo mágico-religioso. Pero también lo es para cualquier turista que tenga la oportunidad de gozar de uno de los espectáculos mais sorprendentes do mundo.

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